26 diciembre 2011

A pesar del kindle, margarita electrónica, los libros son tímidos.

No es que no me fascine el kindle. Me reconforta saber que puedo escapar, como la criatura de Mary Shelley, con 1400 libros en una alforda de 170 gramos. Que si fuera más anatómicamente amigable,
los podría salvar escamoteados, sin necesidad de emparedarlos en Barcarrota como Peñaranda.

Me fascina la vuelta a lo binario primigenio, que bien refleja el ver lo grande por lo chico, lo claro por lo oscuro, lo que Gracián llamó agudeza de la improporción.

Las letras que leo en él, las que ahora escribo, son series numéricas de unos y ceros, representaciones de un impulso eléctrico y su ausencia. En la pantalla, racimos de electrones, comandos seriados: sí/no sí/no, margarita electrónica.

Y sin embargo, a todos los amantes de los libros recomiendo, para volver a la infancia o iniciar a cualquiera en el ritual de leer|, Los libros son tímidos, de Giulia Alberico, en editorial Periférica. La hija de una maestra rural en la Italia de los años 50 y 60 desgrana sus lecturas favoritas.

¨Empecé a tener mi propia biblioteca; algunos libros los forraba para no desgastarlos. Nunca los he prestado, me gusta poseerlos. Los libros son tímidos, pensaba, quieren estar sólo con quien los ha elegido, no les gustan las manos extrañas.¨

A fin de cuentas, mis manos son tímidas, pienso, añoran el tacto y el olor del papel, no les gustan del todo los ramos de electrones.